A estas alturas, contar aquí que me encantan los
jabones no es descubrir nada nuevo.
Me gustan hasta las pastillas pequeñitas que dan en
los hoteles.
Al final, me he hecho con toda una colección.
Ya iba siendo hora de darles uso
y hoy me he decidido.
No.
No me he dado un baño de espuma,
si es lo que estáis pensando.
A estas alturas, ya sabréis también que me cuesta
dar a las cosas la función para la que fueron
fabricadas.
¡¡!!
Solo ha hecho falta añadir un trozo de cordel rústico
y unas flores del jardín.
Con tan pocos elementos y de forma rápida, se
puede hacer un detalle para regalar
o para dar algo de color a algún rincón del baño.
¡Y lo bien que huelen!